«Nunca entendí las sillas de colegio»

El día que propuse soluciones a un problema social

En septiembre del año 2015, llegó a mis oídos la existencia de un concurso llamado Cadira2015b. El objeto de concurso era la idea de un mueble que sirviera como silla y contenedor de libros, a la vez. En aquel momento ni me podía imaginar cómo acabaría la historia.

En seguida captó mi interés y el propósito me cautivó. Era el momento de proponer mi visión a un tema que me movía desde la infancia. Las sillas tienen que ser cómodas.

De pequeño, no entendía la incomodidad de las sillas en clase, lugar en el que se suponía que debía estar sentado durante más de 1000 horas al año.

Así que, primero de todo, me ciercioré de que mi diseño tuviera esta connotación. Por eso, dibujé un perfil donde el respaldo recibiera bien al cuerpo y el asiento tuviera una cierta inclinación para que espalda y piernas trabajaran conjuntamente y el cuerpo no se fuera hacia adelante.

Y, con estas, acabé teniendo un módulo apilable, que podía contener libros en su sección. Por ello, si se dispone de forma horizontal-lateral se convierte en un expositor. Además, tenía muchas mas virtudes que se venían intrínsecas en la forma, y que son las mismas que la generaron:

  • Producible mediante extrusión. Esto permite su industrialización de forma immediata, con multitud de posibilidades en cuanto a material.
  • Simetría. Esta connotación física del producto lo convierte en algo bello (la simetría es una característica importante en toda la naturaleza). Pero no sólo eso, sino que, con ello, se convierte en un objeto muy versátil.
  • Encajable. Ergo, apilable. Por tanto, de fácil almacenaje.
  • Rígido. Es todo estructura: una capa perimetral cerrada con una gía central rigidizadora y separadores de celdas que lo acaban de travar.

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